Comprende cómo funciona este
círculo peligroso
Cuando comenzamos a pedir préstamos, comprar a crédito, contraer
hipotecas, lo hacemos basados en la confianza de que podremos pagar. Cuando
esto se transforma en un modo de manejar nuestras posesiones es cuando ya
estamos mar adentro. Es el momento donde empezamos a sentir que la deuda nos
está absorbiendo, tomamos nuevos créditos para consolidarla y si esto no
alcanza, podemos llegar a recurrir a los prestamistas. En este punto, ya no
miramos cuánto nos cobran de intereses, lo que vemos es que necesitamos el
dinero, porque si no lo conseguimos nos quitan la casa o el auto, o nos embargan.
Seguimos tratando de salir con el mismo método que nos está hundiendo. En esta
instancia, cualquier cambio en la economía, cualquier imprevisto familiar nos
desequilibra, por mínimo que sea. Aquí es cuando sentimos que nos estamos
ahogando.
Desánimo, miedo, parálisis, ceguera, ira, apatía, desprecio por uno
mismo, inseguridad, pérdida del sentido, del propósito para el futuro, peleas
y discusiones familiares comienzan a suscitarse. Estar atado a una deuda
nos produce todas estas emociones y muchas otras; es más, nos hace vivir “con
el corazón en la boca”.
Nos lleva a estar mal con nosotros mismos, con nuestro
entorno, con nuestras relaciones más cercanas y hasta con Dios. ¿Has dicho
alguna vez: “Dios, ¡sálvame de esta!”? Y prometiste, si salías de esa situación
límite, no endeudarte más, no usar más esa tarjeta de crédito que está al rojo
vivo. Pero al no tener una respuesta inmediata te peleas con Dios.
Es tan sistemático el proceso de la deuda que es fácil caer en su trampa
si uno no lo comprende. Todo sistema es pensado e ideado. Muchos creen que este
sistema es humano y que solamente afecta cosas materiales, tangibles y
visibles. Déjame decirte que no es así.
Este es un sistema ideado que afecta no solo nuestras finanzas, nuestra
economía de todos los días e hipoteca la del futuro, sino que afecta
directamente nuestro espíritu, influye en nuestro sentido y en las emociones
para luego hacernos sentir “atrapados” dentro de una rueda de la cual se nos
complica salir cada vez más.
Robert Kiyosaki la llama la “carrera de las ratas”. Quienes tienen como
mascota un hamster pueden observar la carrera de la rata con claridad, ya que
este animalito se pasa el día entero girando en la rueda para llegar a ningún lado.
Recibimos muchos estímulos y facilidades para ganar
dinero
y gastarlo, pero nadie nos dijo cómo administrarlo. Ni siquiera nos han
enseñado la verdad elemental de que “si gastamos más de lo que nos ingresa,
pronto estaremos en problemas”. Pero hay algo sumamente importante que nos
diferencia de este roedor: nosotros somos seres conscientes e imaginativos,
capaces de crear soluciones.
Es por ello que necesitamos comprender que la deuda no es tan solo un
problema de tener o no el dinero suficiente para poder pagar, es mucho más que
eso. Es un problema del espíritu, del alma y del cuerpo. Se genera o nace y se
va desarrollando en ese orden: espiritual, emocional y físico.
¿Cómo actúa la deuda?
Necesitamos comprender que realmente la raíz de la deuda es algo
espiritual, de lo contrario, no nos será fácil ser libres de ella y en
cualquier intento que hagamos para liberarnos de estas situaciones, seguramente
fracasaremos. Nuestra batalla no es con la tarjeta de crédito, ni con los
préstamos, ni con el dinero en efectivo, es contra un sistema de pensamiento
erróneo que se ha levantado como una muralla dentro de nuestro espíritu, de
nuestra mente. Pensamos que alguna vez vamos a salir de esta condición, pero
cada vez metemos más la cabeza dentro del pozo de la deuda.
Los países del mundo entero están sumergidos en deudas y sus conflictos
internos se agravan cada vez más. De la misma manera, cuando una familia está
endeudada con deudas empiezan los problemas matrimoniales, los conflictos con
los hijos, los familiares, etc. Cuando alguien está demasiado atado a una deuda
empieza a tener problemas físicos, mentales y espirituales. Durante años la
gente le echó la culpa al gobierno, a la situación económica e incluso a Dios
de no poder salir de sus deudas.
Nadie piensa en la deuda, como lo que en realidad es: una trampa. Nadie
piensa que está diseñada para “hacerte y hacernos deudores permanentes”, es
decir “esclavos”. Cuando debemos dinero, nuestro acreedor tiene autoridad sobre
nuestra vida, nuestra casa, nuestro auto, el futuro de nuestros hijos… por lo
menos, hasta que cancelemos el préstamo.
Ahora bien, ¿por qué quiero explicarte que la deuda es un tema que
afecta totalmente nuestro espíritu y que por ende es destructivo?
Fíjate bien, ¿te detuviste a pensar, leyendo el periódico o viendo los
noticieros, cuántas personas se han quitado la vida por no saber cómo salir de
una deuda, por no identificar una estrategia para salir de ella?
Personas que prefirieron morir antes que ver el derrumbe financiero de su
empresa, de su familia, antes que no poder ser el sostén de esa vida que, hasta
hace poco tiempo, toda la familia disfrutaba.
Así es. La deuda afecta y
destruye directamente nuestro espíritu, nos perturba, nos atemoriza y nos
esclaviza espiritual y mentalmente. ¿Y qué sucede cuando nuestro espíritu está
desanimado, desesperanzado? Pensamos que no hay salida posible a esa crisis
financiera, al derrumbe, al caos. Sin darnos cuenta, la deuda nos va asfixiando
financiera, física y mentalmente y logra enceguecernos, aturdirnos y
paralizarnos. Esto se debe a que la deuda se mueve de la mano del temor, y el temor es socio de la desesperación.
Necesitamos seriamente tomar conciencia de este hecho, comprender que si
nuestro espíritu tiene un velo y no podemos ver a dónde nos conduce realmente
la deuda, difícilmente podamos liberarnos de ella.
Si estás gobernado y dirigido por tu Creador, te darás cuenta de que la
única opción que tienes para tu vida es el éxito y eso dependerá de que puedas
dejar atrás todo el sistema que te endeuda cada día más.
Por Juan Crudo
Tomado del libro: Basta ya de deudas
Hojas del Sur
Tomado del libro: Basta ya de deudas
Hojas del Sur
Jesús Haz Mi Carácter
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