miércoles, 3 de febrero de 2016

Parábola de los Viñadores


Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña.

Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.

Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados;  y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.

Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.

Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?

 Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. El les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo.

Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.

Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.

Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario.

Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día.

Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario?

Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?
 Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.

En Palestina en tiempo de la recolección de la uva es urgente aprovechar toda la mano de obra que se logre conseguir, aunque sean los que trabajen una hora, porque si no se recoge la cosecha de uva antes que lleguen las lluvias, se puede perder. Los dueños de fincas iban a la plaza, donde los jornaleros  esperaban ser contratados.


En ésta parábola Jesús hace una doble advertencia:

a) A los judíos para que no se imaginen que por serlo merecen más que los recién convertidos.
b) A los recién convertidos para que sepan que si se afanan en cumplir con la palabra, tendrán un gran premio, un jornal como de día entero.

Dios es el mejor amo del mundo porque ya no se trata de la cantidad del trabajo que se hace sino de su inmensa generosidad.

Pablo dice: (2 Cor. 4,17). Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.

La envidia del que cree que merece más por el trabajo realizado porque dedicó mayor  esfuerzo o más tiempo que otros que a su parecer recibieron mayores beneficios es porque no sabe reconocer la inmensidad de dones que se le han concedido.

No debemos envidiar a los que se vuelven a Dios en los momentos finales de la vida porque al fin y al cabo nadie merece vida eterna.
Mucha gente que no esperamos ver en el Reino puede estar allí.
El ladrón que se arrepintió mientras agonizaba
(Lucas 23.40–43)
Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros.

Hay personas que a los ojos del mundo están en primerísimo lugar porque se conocen sus buenas obras, si son conocidas es probable que hayan sido hechas por vanidad, con la mejor intención de que todos se enteren y esas no son las obras que  Dios más valora sino aquellas que se hacen por amor a Dios, esa verdadera caridad cristiana que ama al prójimo  y ve sus necesidades y trata de remediarlas en silencio y por amor a Jesucristo.

Quizá esas personas pasen inadvertidas y el mundo los coloque en el último lugar pero es primerísimo en la eternidad

Históricamente los judíos  trabajaron muchos siglos por el Reino de Dios, Cuando vino Jesús, muchos se convirtieron y lo siguieron.

De pronto se encontraron  con que los gentiles que no habían trabajado antes, eran iguales a ellos en la nueva Iglesia de Jesucristo, quizá pensaron que eran los primeros, que  tendrían mayor importancia.

La lección para nosotros es que Dios es el dueño de la viña y nos llama a su servicio desde la infancia, pero respondemos en diferentes épocas, a diferentes horas.

Pasan los años y no nos interesamos por la salvación de nuestra propia alma  y menos por ayudar a otros  a alcanzar el cielo.

¿Qué tal si se acaba el día y no trabajamos en la viña y no obtuvimos el denario?

¿Y qué tal si respondemos al llamado que es para TODOS,  trabajamos por la gloria de Dios  y por el bien de los demás?

Entonces  nos espera la recompensa prometida por el más generoso Dueño.
Servimos a un Dios, todo Soberano en su gracia, en cuya viña hay trabajo para cada uno, no importando los límites de nuestro tiempo, capacidad, u oportunidad.

Dios desea que trabajemos en Su viña, y por tanto siempre sale con paciencia a la plaza del mundo buscándonos, aun hasta la hora undécima.

Casi no nos reta por no haber venido antes, y así haber perdido mucho del día, desocupados.

Lo que le importa a Él es que empecemos dónde ahora estamos y que trabajemos.

A los que se confían en El, les promete lo que sea justo, pero en el fin nos sorprende con mucho más de lo que merecemos.

¿No quieren ustedes aceptar esta oferta de Dios?

Será bueno pensar: “Somos jornaleros de Dios que por lo poco que hacemos nos paga un salario extraordinario que ningún jefe puede pagar y consiste en bendiciones y ayudas en la tierra y el premio eterno en el cielo. 

                                                 Tu Presencia es el Cielo






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