¿Estaban todos Uds. cuando nuestro Pastor nos relató los
hechos vividos por un miembro de la familia pastoral respecto de su propia
muerte? Bueno, para aquellos que no lo conocen, les hago un pequeño resumen de
los acontecimientos.
Un Pastor estaba reunido con su familia y sufrió un ataque
cardíaco y falleció, y él cuenta que tal como relatan algunos libros conocidos
se vió a si mismo separándose de su cuerpo físico y elevándose en la altura,
mientras su familia desesperada trataba de reanimarlo y otros de llamar al
servicio médico, y un ángel vino hacia él y le manifestó que Dios quería
hablarle, claro, el buen Pastor no estaba muy decidido a dejar este mundo, ya
que consideraba que aún no había concluido su obra, pero aún asi, en compañía
del ángel, siguió ascendiendo hasta llegar a la puerta del cielo y encontrarse allí
con la Divina Presencia, que le explicó que iba a darle un mensaje para la
Iglesia, mensaje que le repitió tres veces: “DÍ A LA IGLESIA QUE QUIEN NO PERDONA, NO ENTRA AL CIELO”. Impresionante,
movilizador y para meditar.
Solemos ser tan “distraídos” que no nos detenemos a pensar
en estas cosas, simplemente repetimos versículos bíblicos como si con eso
laváramos nuestra conciencia, pero si miramos con detenimiento la cuestión,
vamos a darnos cuenta que la mayoría de las veces sólo llenamos de palabras la
boca, pero vaciamos nuestro corazón de la obediencia a Dios.
Los seres humanos,
además de desobedientes, nunca queremos hacernos cargo de nuestros propios
errores, Cuando Adán y Eva hicieron lo que no debían, se fueron a esconder para
que Dios no los viera, cómo si eso fuera posible, quién puede engañar a Dios???
Y cuando el Padre le pidió cuentas a Adán, qué respondió??? “la mujer que me
diste . . .” wowww qué espanto!!!! No sólo no reconoció su desobediencia al
mandato de Dios, sino que, veladamente, lo estaba acusando de ser el culpable
de haberle dado una mujer defectuosa, y Eva hizo lo propio, culpó a la
serpiente, y podemos seguir así “in eternum” siempre estamos buscando
culpables, menos nosotros, claro.
Y les aseguro que culpar al hermano no sólo
no soluciona las cosas, sino por el contrario las complica, porque además de no
mejorar en lo personal estamos cometiendo el error de ver la paja en el ojo
ajeno y no la viga en el propio, y Dios no quiere eso.
1° de Juan 3: 14 Nosotros sabemos que
hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su
hermano, permanece en muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano es
homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en
él.
1° de Juan 2: 9-11 El que dice que está en
la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama
a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que
aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde
va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
Y es tristemente así, porque las tinieblas, encubren,
impiden ver la verdad, porque la verdad es luz, y sucede que encubriendo ese
oscuro sentimiento, lo único que logramos es detener esa bendición que Dios nos
quiere dar y que tanto anhelamos.
Es mas que importante pedir
perdón, porque eso implica, primero asumir que hemos pecado, segundo
arrepentirnos, y en consecuencia reconciliarnos con el Padre, y entre otras
cosas, es vital que lo hagamos en forma audible, y me dirán, porqué, bueno, es
real que Dios lee las intenciones de nuestro corazón, pero Satanás no sabe lo
que pensamos, no puede penetrar tan hondo en nosotros, por eso siempre está al
acecho, por lo tanto debemos lograr que el escuche, oiga, sienta que nos hemos
arrepentido y que hemos restaurado nuestra relación con el Padre, por lo tanto,
él ya no tiene parte ni derecho en
nuestra vida, porque al estar en obediencia con Dios ya no puede atormentarnos.
Cuando hablamos de perdón
solemos olvidarnos de ponernos frente al espejo y perdonarnos a nosotros
mismos. Isaías 43:18-19 “No recuerdes lo que pasó antes, ni pienses en el
pasado” Convengamos que cuando
vinimos al Señor, teníamos asperezas por aquí y asperezas por allá, hicimos
nuestra oración de entrega, nos arrepentimos de nuestros pecados y el Señor en
su gran misericordia y por su gracia, cubriéndonos con la Preciosa Sangre de
Jesucristo nos perdonó. Sin embargo hay alguna de esas asperezas que aún nos
siguen haciendo “run-run” en nuestro interior, y yo pregunto, qué nos pasa???
Creemos en Dios a medias, le estamos mintiendo y no nos habíamos arrepentido o
somos unos soberanos tontos y no comprendemos que lo que Dios cubre con la
Sangre derramada en la cruz ya no vuelve a la superficie. Parecería que no discernimos
la inmensidad del amor de Dios, Èl desea un cambio profundo en nuestra vida,
nos va transformando, somos una obra en proceso. Y porque estamos en proceso,
el crecimiento es paulatino, de hecho, seguramente vamos a reincidir en alguno
de nuestros errores, esos que están mas arraigados, pero siempre tomados de la
mano del Señor, con fe y en obediencia, iremos haciéndolo cada vez menos, y no
sólo eso, sino que cada vez nos
levantaremos mas rápido de la caída.
Para perdonarnos a nosotros mismos tenemos
que aceptar el perdón de Dios; es imposible perdonarnos a nosotros mismo si no
aprendemos a recibir el perdón de Dios. Entendamos que Dios aún no ha terminado
la obra, seamos pacientes y dejemos que la obra de Dios se perfeccione en
nuestras vidas. No nos encerremos en una cárcel de culpa y dolor, por el
contrario, salgamos de ella y alabemos constantemente a Dios por todo lo que
hizo, hace y hará por cada uno de nosotros
Debemos comprender que el
perdón no es un sentimiento, es una decisión, consciente, voluntaria, Y cuando
la tomamos y lo hacemos con convicción, entonces el Señor comienza a obrar, si,
es Él quien nos va fortaleciendo en la decisión tomada, y poco a poco, casi sin
darnos cuenta, pero perseverando, un día descubrimos que hemos perdonado. Hubo
una persona que realmente me hizo mucho daño, daño absolutamente gratuito, y
por esa causa me costó terribles luchas poder perdonarla, era tanta la carga que
tenía que el solo hecho de mencionarla me hacía brotar lágrimas de impotencia.
Cuando comencé a conocer al Señor y sus deseos hacia sus hijos, un día, muy
entre dientes declaré que perdonaba a esa persona, con franqueza, lo hacía
mordiendo las palabras, pero con el convencimiento que era necesario obedecer.
Día tras día renovaba mi declaración, y cada vez me costaba menos hacerlo,
hasta que un día, sin siquiera darme cuenta, descubrí que podía nombrar a esa
persona y las cosas que había hecho sin sentir nada que me molestara, ni la mas
mínima incomodidad, y por primera vez en muchos años me sentí libre, porque el
recuerdo ya no me angustiaba. Es una sensación gloriosa, que no puede
describirse con palabras.
No nos equivoquemos, perdonar
no significa excusar la mala acción, perdonar, es reconocer la ofensa, pero
decidir no esgrimirla en contra del otro.
Me atrevo a sugerirles que
tomen hoy mismo esta decisión, no esperen mas, porque la falta de perdón frena
los beneficios que Dios tiene para cada uno, y no creo que haya ni siquiera uno
que quiera perderlos. Saben??? Dios está esperando que lo inviten a intervenir
en sus vidas. Dios es mas, mucho mas que una creencia, Dios es verdad, es
poder, es justicia, restauración, resurrección y salvación, pero esencialmente, es nuestro Padre y nos ama, somos su especial
tesoro, qué no hará Él por nosotros???
Imitemos al ciego que cuando
vio acercarse a Cristo, gritó con toda la potencia de su voz: Hijo de David, ten misericordia de mi.
Porque el ciego fue movido por su fe y supo, que cuando Dios está cerca pasan cosas grandes en nuestras
vidas, entonces cuando el Señor nos pregunte qué es lo que queremos, podamos
responder con todas nuestras fuerzas:
Ayúdanos Señor a amar y perdonar como vos
nos amás y perdonás, queremos obedecerte, estamos arrepentidos. Y no duden ni
siquiera por un instante, Él quiere bendecirnos, igual que lo hizo con el
ciego, o con los leprosos, porque él siempre está susurrando en nuestro
corazón; “no temas, yo soy tu Dios, tu
fortaleza y tu victoria”, porque Cristo
es hoy igual que ayer y lo será por los siglos.
Dios los bendiga abundantemente en cada área de sus
vidas.-
Beatriz Rey Iglesia Centro Familiar Cristiano Nueva Vida
Beatriz Rey Iglesia Centro Familiar Cristiano Nueva Vida
Cubierto en Majestad
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